El sistema respiratorio es esencial para la vida, pues nos permite asimilar la energía del aire y oxigenar nuestro organismo. Sin embargo, su función va mucho más allá de la simple respiración pulmonar, ya que todo el cuerpo participa en este proceso, incluyendo la piel y cada una de nuestras células.
Los niveles de respiración: externa e interna. La respiración se desarrolla en dos niveles fundamentales:
La piel como órgano respiratorio y protector.
Más allá de su función en la respiración, la piel juega un papel esencial en la protección del cuerpo frente al entorno externo. Actúa como una barrera contra agresiones externas, ya sean microbiológicas (virus, bacterias, hongos), ambientales (polvo, temperatura, humedad) o incluso sensoriales, regulando la percepción de estímulos. Además, es clave en procesos de cicatrización y reparación de heridas, asegurando que el organismo mantenga su integridad.
El aparato respiratorio y su relación con la protección y la adaptación
Desde una perspectiva energética, el aparato respiratorio pertenece al Principio del Metal, cuya función principal es la protección y adaptación frente al mundo exterior. Su tarea consiste en:
Cuando aparecen problemas respiratorios, el cuerpo está enviando señales sobre dificultades para protegerse o adaptarse. Puede reflejar sensaciones de invasión, asfixia o bloqueo, que llevan a restricciones inconscientes en la respiración. Es un fenómeno similar al que ocurre en personas expuestas a situaciones extremas, quienes aprenden técnicas de respiración consciente para gestionar el esfuerzo y la resistencia emocional.
Comprender la respiración para restaurar el equilibrio
Los desequilibrios en el sistema respiratorio pueden ser la manifestación de tensiones internas y externas, mostrando que el cuerpo busca regular su espacio vital y encontrar respuestas más saludables frente al entorno. Trabajar la respiración, su función energética y su papel protector permite sanar desde la raíz, restaurando el bienestar físico, emocional y energético.